MENOPAUSIA: ¿FIN DE LA FEMINEIDAD?

La menopausia es un período fisiológico(normal) en la vida de toda mujer; caracterizado por un cese de la función ovárica, particularmente de la producción de estrógenos, lo cual a su vez van a conllevar al cese permanente de la menstruación, poniendo con ello fin solo a la etapa reproductiva. Esta etapa suele estar precedida y/o acompañada de una serie de síntomas propios, los cuales en algunos casos pueden durar algunos meses, pero a veces se extiende algunos años después de haberse instalado. Este cuadro clínico pre, trans y post menopausia es lo que en su conjunto se conoce como Climaterio. La edad promedio oscila alrededor de los 50 años, pero no guarda un mismo patrón de edad para todas las mujeres, pudiendo entonces establecerse entre los 45 años y hasta los 55 años; fuera de esos rangos estaríamos hablando de menopausia precoz cuando ocurre antes de los 45 años o tardía por encima de los 55.

Los síntomas más frecuentemente presentados son los llamados sofocos, bochornos o golpes de calor (Calorones): sensación de calor que surge en el pecho y se extienden hacia cuello y cara, seguidos a veces de intensa sudoración; que suelen durar pocos minutos y pueden ser percibidos aún estando en medio de bajas temperaturas ambientales. Otros síntomas asociados son la pérdida del grosor y de la elasticidad de la piel, así como la resequedad tanto a este nivel como muy particularmente a nivel del área genital, donde además la escasa lubricación vaginal condiciona con frecuencia disconfort para las relaciones sexuales. Hay también una pérdida de la grasa en muchas zonas del cuerpo, que moldean la figura femenina; esto aunado a la pérdida de elasticidad y tonicidad de la piel conlleva a la “Caída” de mamas y glúteos, así como la aparición y profundización de arrugas faciales. Igualmente podemos apreciar un aumento tanto de la frecuencia como de la urgencia miccional; así como de infecciones urinarias. En algunas mujeres es muy frecuente la aparición de “labilidad afectiva”, es decir un cambio brusco, sin son ni ton, de sus estados emocionales; razón por la cual de un estado de alegría pasa repentinamente a un estado de tristeza u otras veces a estados iracundos y viceversa. No es raro que también aparezcan trastornos del sueño, pérdida parcial de memoria y de la capacidad de concentración; así mismo hay una caída importante de la libido (apetito sexual), la cual a su vez puede agravarse por el disconfort coital asociado a la resequedad vaginal. En la medida que el proceso avanza la caída de los estrógenos puede desencadenar un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, particularmente la hipertensión arterial; así mismo es posible que aparezcan manifestaciones por la pérdida de la masa ósea (descalcificación de huesos), es decir osteopenia y/u osteoporosis; lo cual representa un mayor riesgo de fracturas óseas.

¿Ahora, significa este cuadro clínico el fin de todo lo que representa la feminidad? Definitivamente, la respuesta es NO. Todos estos síntomas son expresión clínica de una de las etapas por las cuales transita toda mujer a lo largo de su vida; la pérdida de la capacidad reproductiva NO representa de ninguna manera el fin de la femineidad ni mucho menos enfermedad. Tampoco significa vejez y/o pérdida de sus encantos. Algunas mujeres, particularmente las que así lo entienden, pasan este período de la manera más natural(15%), sin molestias; otras apenas llegan a experimentar uno que otro síntoma; sin embargo y es muy cierto, existe un grupo cuyas manifestaciones son tan evidentes que ameritan ser tratadas de manera integral para ayudarle a hacer más llevadera esta etapa, garantizándoles la necesaria calidad de vida que todas se merecen; lo ideal es que toda mujer asista por asesoría médica y que sea el profesional quién establezca el soporte terapéutico adecuado.

Entre estas medidas son importantes destacar: el abandono de algunos hábitos de vida muy perniciosos como el tabáquico y de otras drogas; la implementación de un adecuado régimen dietético que incluya un buen soporte en la ingesta de calcio y vitamina D; la práctica regular de alguna actividad física y finalmente, de común acuerdo con su médico definir la conveniencia de instaurar un tratamiento hormonal sustitutivo que le devuelva su calidad de vida. De otro lado, tal como afirmó anteriormente, la llegada de la menopausia no significa el fin de la femineidad ni mucho menos de la sexualidad implícita; si bien es cierto hay algunas situaciones que conspiran contra ello, pues como dijimos, la caída de la libido aunada al disconfort por la resequedad y falta de lubricación vaginal; excitación sexual más lenta; la ingestión de fármacos que reducen el impulso sexual, etc; estos factores, si bien limitan la respuesta y el ejercicio de la función sexual, el enfoque pesimista sobre la femineidad tienen que ver más bien con factores socioculturales que con los factores hormonales en sí mismo. Tradicionalmente en nuestras culturas la palabra mujer se ha asociado con hijos y con capacidad de procreación; es decir que las mujeres han sido relegadas para la procreación y cuidado de los hijos, donde el disfrute y obtención de placer sexual no forma parte de sus necesidades y satisfacciones. Es un rol tan arraigado en cada una de ellas que el cese de la función reproductiva y la partida de casa de los hijos son vistos como hechos que están poniendo fin al sentido mismo de la vida, cuando en realidad no es sino el cierre de un capítulo que marca el fin de una etapa pero que da paso a nuevas vivencias que quizás ahora podrá vivir con más intensidad. Afortunadamente, esta visión cultural y netamente machista está dando un giro muy importante en la sociedad actual y las mujeres en la medida en que se han venido igualando al hombre en todos los planos, también están asimilando el hecho de que todo ser humano vive diferentes etapas con sus respectivos roles; y si bien las mujeres a esta edad ya no tienen la fogosidad, avidez y respuesta sexual de los años mozos, su erotismo permanece intacto; a pesar del paso de los años siguen conservando muchos encantos y la magia que otorga la experiencia, la cual hace que cada encuentro íntimo con la pareja, aunque menos frecuentes, sean lo suficientemente cálidos y placenteros, con orgasmos tan intensos como para hacer sonreír cada célula de su cuerpo; preservando con ello una sana y armoniosa relación de pareja.

Por otra parte, este excitante y sempiterno rol pasional, se complementa por una parte con el divino rol, que a lo mejor no fue tan intensamente vivido con los hijos, como el que ahora se puede alcanzar con los nietos; y por otra parte la llegada a la etapa de jubilados, nos permite dedicarnos con libertad y tiempo a otras actividades que siempre quisimos realizar como por ejemplo dedicarse a la lectura, a aprender nuevas cosas como bailar, un nuevo idioma; realizar paseos y viajes o simplemente a compartir y disfrutar más tiempo de la compañía e intimidad con su pareja. En síntesis, ese sentimiento de pérdida total con una actitud pesimista frente a la vida no tiene razón de ser; tal como lo demuestran las estadísticas, en los tiempos actuales la esperanza de vida de la mujer menopáusica se ha incrementado en un 33%, lo cual significa que la vida aun no llega a su fin, sino que aún resta un tercio de vida por delante y hay que ver cuantas de cosas se pueden realizar y disfrutar durante este nuevo capítulo que la vida nos regala. Para aquellas mujeres con sintomatología importante la medicina ofrece la terapia hormonal de reemplazo que permitirá estabilizar sus síntomas; y para aquellas que además no estén conformes con la huella que el tiempo va dejando en algunas partes de su cuerpo, los avances en cirugía estética y cosmética ofrecen hoy tratamientos de rejuvenecimiento no solo facial y corporal sino también a nivel genital, los cuales le harán mejorar su autoestima, experimentar una mejor gratificación sexual y con ello una mejor calidad de vida.