La mayoría de las mujeres experimentan un temor casi innato de solo pensar en hacer una visita al ginecólogo; particularmente si de la primera vez se trata. A causa de ello con frecuencia esta consulta se va posponiéndose indefinidamente hasta que ya no se pueden más. La inhibición que suele acompañar al temor, muchas veces les hace obviar y no comunicar verdaderos problemas de índole físico y hasta sexual, que por la prisa con la cual quieren llevar la consulta, son capaces de omitir ante el médico.
El desempeño profesional del ginecólogo es de capital importancia a la hora de minimizar el stress que experimenta la paciente que asiste casi que obligada a su consulta. Su trato amable y respetuoso son determinantes para hacer sentir a la paciente en confianza progresiva. Desafortunadamente, a causa de que no siempre, esta experiencia con el galeno resulta satisfactoria; con frecuencia se escuchan en las salas de espera de las consultas ginecológicas, a mujeres expresar con mucha vehemencia comentarios como que: “conseguir un buen ginecólogo es ganarse la lotería”.
Orígenes del temor
Cuando una dama decide ir al ginecólogo, muchos son los temores que asaltan su mente; éstos se potencian si es la primera vez que le toca acudir a este especialista. Ahora bien, ¿Cuáles son las razones para tanta temeridad? Obviamente, la principal justificación tiene que ver con el legítimo pudor; es decir con la pena natural que va a experimentar por mostrar todo su cuerpo al desnudo; vale decir, la gran vergüenza que ha de sentir al exponer a otra persona, a veces totalmente desconocida, sus partes más íntimas, las cuales en muchos casos ni su pareja e incluso ni ella misma conocen. Ésta es una reacción muy normal, propia no solo en mujeres, sino también en muchos hombres; que guarda relación directa con los patrones culturales, que se van transmitiendo de generación en generación. Otro temor que incrementa el estrés es la incertidumbre sobre el comportamiento morboso, poco profesional y antiético que, eventualmente, pudiera tener el galeno frente a la paciente; al respecto es bueno dejar claro que cuando el médico asume la postura moralmente correcta, no debería experimentar ningún tipo de deseo carnal hacia su paciente; y aun cuando humanamente pudiera responder a estímulos sensoriales, su capacidad de raciocinio se impone sobre el impulso primitivo y lo lleva a controlar los mismos y a no salirse de la relación estrictamente profesional. En síntesis, los médicos en general y particularmente los ginecólogos, hemos sido condicionados para controlar nuestros impulsos sexuales; y este condicionamiento no nos permite mirar en nuestros consultorios mujeres desnudas, sino pacientes con problemas. Ante la imperiosa necesidad de exponer su naturaleza, frente a este profesional, la paciente debería verlo entonces como un aliado y no como la causa de un verdadero dolor de cabeza. Desafortunadamente, la actitud indecorosa y poco profesional de unos muy pocos colegas; sumado a las condiciones indeseadas del medio ambiente, en las cuales muchas veces se realiza el acto médico; principalmente en algunas Instituciones públicas de salud, las cuales adolecen hasta de una bata, sabana de papel y/o de un ambiente privado para el examen ginecológico; estos aspectos negativos, vienen a reforzar aún más la pena y sus temores, ante la situación de incertidumbre que le toca enfrentar.
¿Médico público o privado?
Ahora bien, en medio de tan estresantes circunstancias, las pacientes, a fin de reducir un poco las mismas, siempre tratan de tomar citas con los ginecólogos de mayor prestigio; los más reconocidos por su profesionalismo y don humano; sin embargo, este deseo preferencial nos lleva a plantearnos una gran interrogante: ¿tiene la paciente realmente, la posibilidad de elegir a su ginecólogo? La respuesta afirmativa o negativa a esta pregunta va a depender del tipo de establecimiento de salud en donde vaya a demandar el servicio. Es bien conocido que, en el medio privado, donde es la paciente quien paga por el servicio demandado, ésta elige libremente el nombre de su ginecólogo; pero no sucede igual en muchas de las instituciones públicas, donde esta posibilidad está reducida. En la mayoría de estos centros, se ha establecido el carácter rotativo de los médicos por los diferentes servicios; razón por la cual, no siempre será el mismo profesional quien le atienda en consulta; incluso, si ha de practicarse una cirugía, lo más probable es que quien la practique, sea un médico diferente al que le atiende en consulta, aunque a veces pudiesen coincidir. Esta realidad de algunas instituciones, contribuye a acrecentar aún más, esta estresante situación, por la que atraviesan nuestras pacientes a la hora de acudir a la consulta con el Ginecólogo. De ahí entonces, que queda en nuestras manos, generar las condiciones propicias para hacerlas sentir seguras y en confianza cada vez que asistan a nuestros consultorios.